Episodio 6: A Saucerful Of Secrets – Pink Floyd – 1968

Pasen, pasen. Adelante. Pónganse cómodos. Bienvenidos al sexto episodio de La Rocola del Viejo Bar. Hoy vamos a escuchar el segundo disco de estudio de Pink Floyd: «A Saucerful of Secrets». Pero antes de adentrarnos en él, hablemos un poco de lo que ocurrió desde la edición de su album debut.

El proceso de grabación que dio como resultado la edición de «The Piper at the Gates of Dawn» no terminó ahí. La banda (Syd Barrett, Nick Mason, Roger Waters y Richard Wright) continuó en los estudios grabando más temas, algunos de los cuales terminarían formando parte de su segundo álbum. Al mismo tiempo, continuaban sus presentaciones en Estados Unidos, Reino Unido y el resto de Europa. Sin embargo, en dichas presentaciones, el comportamiento errático de Barrett comenzaba a agudizarse, al igual que ocurría en el estudio. Esto llevó a la banda a buscar alguna manera de «tapar» los baches que su cantante tenía en las presentaciones.

Primero sumaron al guitarrista David O’List durante algunas fechas en donde Syd estuvo ausente sin aviso. Pero luego decidieron que necesitaban a alguien tiempo completo en la banda. Así fue que en diciembre de 1967, Mason invitó a un compañero de escuela de Barrett a que se sume como guitarrista y eventual cantante: un tal David Gilmour. El objetivo que tenían con él era claro: ayudar en los momentos en donde el comportamiento de Barrett se iba de control. Esto significaba cantar cuando él no cantaba o tocar las partes de guitarra y solos que Syd no hacía. Analizándolo desde acá, en la comodidad de este asiento, me imagino el nivel de presión para alguien nuevo en una banda, el cual tiene que subir a tocar sin saber efectivamente cuándo tiene que cantar o si tiene que hacer un solo o no. Ser un comodín musical es un rol extraño, sin dudas.

Mientras la grabación del disco continuaba, el debut en vivo del quinteto (Barrett, Gilmour, Mason, Waters y Wright) ocurrió el 12 de enero de 1968 y continuó así durante… cuatro shows. El 20 de enero fue el último como quinteto. Cuenta la leyenda que el 26 de enero, de camino hacia la siguiente fecha, era momento de recoger a Barrett. En el auto alguien dijo «¿pasamos a buscar a Syd?» y alguien respondió «no nos molestemos». Duro, sin dudas. Según cuenta la banda, la idea era mantener a Syd como compositor principal, pero las sesiones de grabación siguientes fueron casi imposibles. Waters contó que ni siquiera era posible intentar aprender un tema compuesto por Barrett, debido a que él, en cada vuelta, modificaba el tema mostrando una falta grave de consistencia. O tal vez Barrett los estaba «castigando». Nunca lo sabremos. Lo que si sabemos es que ésto precipitó su salida del grupo.

Ahora, nuevamente como cuarteto (Gilmour, Mason, Waters y Wright), continuaron las sesiones en el estudio. Y lo que terminó quedando es un collage de colaboraciones en donde hay pequeñas pinceladas de Barrett y de Gilmour aquí y allá.

Luego de casi un año de trabajo en el famoso Abbey Road Studios de Londres y en el De Lane Lea de la misma ciudad, el 29 de junio de 1968 se editó finalmente «A Saucerful of Secrets». Creo que es hora de poner el disco, ¿no? Esperen que aprieto «Play»… Listo.

Comenzamos la cara A con Let There Be More Light, compuesta por Waters. Su comienzo con el bajo, y el colchón y melodías de teclados, con un aire tal vez árabe, nos inmersa en un ambiente psicodélico que muta a una lenta base cantada por Wright y que deriva en el amplio estribillo cantado por Gilmour. Y acá notamos una primera consecuencia de la ida de Barrett: ¿quién es el cantante principal de la banda? En principio creo que es una pregunta que no tiene una respuesta obvia. Siguiendo con la canción, la letra es una primera muestra del uso de referencias históricas y literarias en la obra de Waters. Y el final incluye un extenso solo de Gilmour (aunque en realidad son dos solos superpuestos). El segundo tema es Remember a Day, compuesto y cantado por Wright. La letra se centra en aquello que perdimos al crecer y tiene un dejo de nostalgia que queda flotando. En este tema tenemos dos datos interesantes: uno es que el solo de guitarra, hecho con un slide, está a cargo de Barrett (uno de los dos temas de este disco en los que efectivamente participó). Y el otro dato es que la batería está a cargo del productor Norman Smith. ¿La razón? Al parecer Nick Mason no estaba pudiendo seguir el patrón rítmico. Una señal de alerta en cualquier banda, ¿no? Sigamos con Set the Controls for the Heart of the Sun, una exquisita canción compuesta y cantada por Roger Waters. Creo que muchos relacionamos a la psicodelia con luces, colores, alegría, libertad… «Set the Controls…» es un increíble ejemplo de una psicodelia oscura, cerrada, densa. Llena de cuevas y sombras. Liderado solamente por las tres notas de un potente bajo, con el teclado bailando una danza casi aleatoria mientras la batería trabaja como la percusión que necesita este clima. El minimalismo de la canción es absoluto. La voz de Waters, muy baja, está solo un escalón por encima de un susurro. La letra está basada en un antiguo libro de poemas chinos de la dinastía T’ang. Es interesante remarcar que este es el único tema grabado en estudio que cuenta con el aporte de los cinco miembros, ya que en él hay algunas pincelas de las guitarras de Barrett y Gilmour. El tema fluye y poco a poco desaparece. Los fans lo tomaron como uno de sus favoritos y ésto hizo que lo mantuvieran en la lista de temas en vivo hasta mediados de los 70s. Luego fue revivido por Waters en sus giras solistas. Sin dudas, uno de «esos» temas que representan una época de una banda. Bueno, pongámonos algo más alegres. O no tanto, en realidad. Corporal Clegg es el cierre de la cara A. Y lo hace muy arriba con una canción muy «divertida» o, mejor dicho, muy irónica. Es la primera composición de Waters que trata sobre la guerra, un tema recurrente en él debido a la pérdida de su abuelo y su padre en la Primera y Segunda Guerra Mundial, respectivamente. Estas pérdidas escalarán tanto dentro de la ideas musicales de Waters que van a terminar plasmadas en dos grandes obras futuras de Floyd: The Wall y The Final Cut. Pero para eso falta aún. «Corporal Clegg» cuenta la historia de un soldado que vuelve de la Segunda Guerra con una pata de palo como único premio. Estamos ante un veterano de guerra alcohólico y algo loco, que muestra su medalla «dada por la Reina» pero que en realidad la encontró en el zoológico. El tono irónico y jocoso de la canción no es sólo lírico; también es musical. Las notas juegan con la burla y el tono se acentúa con el kazoo que toca Gilmour en un ritmo militar circense junto con las voces burlonas de Gilmour, Manson y Wright. También cuenta con la participación de los bronces de la orquesta de Stanley Myers. El tema y la primera cara del disco terminan acá, muy arriba.

¿Cómo viene hasta acá? Un bello disco, ¿no? Vamos al otro lado.

La cara B comienza con el tema que le da nombre al album: A Saucerful of Secrets. Titulada originalmente como «The Massed Gadgets of Hercules», la canción es una tremenda experimentación sonora de casi doce minutos que fueron componiendo entre los cuatro integrantes y que está formada también por cuatro partes. Pese a ser instrumental (en realidad, a no tener letra), la música recorre los avatares de la guerra y sus consecuencias. La primera sección, «Something Else» es el «relato» sobre la preparación para la batalla. Algunas notas de teclado sobre un colchón de oscuros sonidos que se van formando y deformado. Los ejércitos están listos. La segunda sección, «Syncopated Pandemonium» es el caos de la batalla propiamente dicha. Liderado por una batería que repite un grupo de golpes de manera cíclica, a modo de ataque, mientras el teclado dispara acordes graves y sonoros debajo de una guitarra que juega con las notas en slide. El ambiente es aterrador. Frenético. En un par de ocaciones dos acordes inmediatos de teclado, uno grave y otro agudo, me hacen acordar al disparo de un arma y la llegada a su objetivo. En vivo esta sección llegó a improvisaciones épicas. Lentamente la batería va desapareciendo dejándonos el sonido de una explosión para mostrándonos el final de la guerra. En «Storm Signal», la tercera sección, observamos el campo de batalla y los cadáveres que quedaron abadonados en él. El teclado lidera con notas disonantes mientras algunas campanas de fondo dan el pie a la sección final: «Celestial Voices». Estamos en el sacro luto ante los muertos. El organo, cual iglesia, llora por la almas de los caídos. Todo es negro. El silencio detrás del órgano comienza a ser ocupado cuando las almas de los caídos comienzan a elevarse hacia el cielo y son recibidos por un coro de ángeles. Gilmour, Waters y Wright dan sus voces a dicho coro. La tristeza inunda la sala. Las luces comienzan a surgir, brillando cada vez más. Las voces se multiplican, los acordes se mantienen graves y un sentimiento de esperanza, leve, parece brotar entre tanta tristeza dando final al tema. Intenso. Cada vez que lo escucho quedo algo descolocado, con ganas de llorar. Pasan las décadas y la sensación no cambia. 

Después de semejante golpe emocional, nos encontramos con See-Saw, otra canción compuesta y cantada por Wright. Una balada poco convencional debido a unos pequeños cambios de ritmos que le dan un color especial. Su letra cuenta la historia de una hermana y un hermano que terminan separados. Nuevamente Richard nos brinda un dejo de nostalgia sobre tiempos pasados. El nombre original de este tema era «The Most Boring Song I’ve Ever Heard Bar Two», y sin embargo terminó entrando en el disco. ¿Qué tal? Finalmente el disco cierra con Jugband Blues, único tema compuesto y cantado por Syd Barrett. Y es también su última contribución al grupo. Durante las sesiones en el estudio Syd compuso varios temas que fueron grabados por la banda, pero solo dejaron éste. Y se decidieron por el más extraño de todos. En principio puedo decir que tiene un «color» muy parecido a sus temas del primer disco. Y por otro, algo que me choca cada vez que lo escucho: el tiempo irregular. No porque me molesten los tiempos irregulares. Al contrario. Habíamos hablado de lo errático que se había puesto Barrett y lo difícil que era seguirlo al momento aprender algún tema nuevo que tuviera entre sus manos. Bueno, siento a este tema como si el tiempo irregular fuera producto de las «irregularidades» de Syd. Y hasta noto al resto de la banda «intentando» seguirlo. No sé. Quizás es la sugestión sabiendo el estado en el que estaba él, pero luego de décadas de escuchadas, sigo sintiendo lo mismo. Para este tema, Syd quería tener a The Salvation Army Band… y la tuvo, aplicando alguna melodía por acá y mucha improvisación más allá. Sobre el final, algo más. Apenas algunas lineas extras. Parece una despedida. «¿Y qué es exactamente un sueño? ¿Y qué es exactamente una broma?». Quizás por esta razón este tema está acá. El final me deja en silencio.

Como comenté al principio, el proceso de desarrollo de esta placa fue extenso ya que es una continuación de su disco debut. Y durante esta etapa grabaron otro grupo de canciones que quedaron afuera pero íba a ser utilizadas como simples o Lados-B. Algunos de estos temas fueron «Scream Thy Last Scream», «Vegetable Man», «Apples and Oranges», «Paint Box» (todos con Barrett), «It Would Be So Nice» y «Julia Dream» entre otros. Pero ya hablaremos de ellos en otro momento.

La otra vez les contaba que considero que Pink Floyd tiene cuatro etapas bien distintas. «A Saucerful…» es para mi el comienzo de la segunda etapa, la etapa experimental. Como dijo Gilmour en una entrevista: «en esta época no teníamos idea de lo que estábamos haciendo». Pero les va a permitir recorrer un sinfín de ideas que limpiarán el camino para darle paso a su etapa con los albumes más icónicos: la etapa progresiva.

Retomando la pregunta, entonces: ¿quién es el cantante principal de la banda? Un tema con la voz principal de Barrett, uno con la de Waters, tres con la de Gilmour y cinco con la de Wright. Saquen sus conclusiones.

Hermoso disco, ¿no? ¿Lo escuchamos una vez más, qué les parece? Vamos.

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