Episodio 9: Picturesque Matchstickable Messages From The Status Quo – Status Quo – 1968

¿Cómo podemos comenzar a hablar de una banda que lleva sesenta años activa? No va a ser fácil. Pero primero, lo importante. Entren, siéntense y pidan algo rico para tomar.

Status Quo es una de esas bandas casi anónimas para el público en general y para el rock en particular. Sus fans la tienen muy en lo alto, claro está, pero nunca han llegado a la masividad más allá de algunos hits aquí y allá. Veamos un poco de su historia.

Todo comenzó allá por 1962 en Londres cuando Francis Rossi, cantante y guitarrista, y Alan Lancaster, bajista, formaron The Scorpions (no, nada que ver con la conocida banda alemana) junto a Jess Jaworski, tecladista, y Alan Key, baterista. Tenían apenas trece años pero siendo que la vida musical de Rossi y Lancaster fue un continuum musical, creo que vale la pena la referencia inicial. Al año cambiaron su nombre a The Spectres y se sumó John Coghlan en reemplazo de Key. Con esta formación tocaron durante dos años hasta que en 1965 Jaworski abandona la banda siendo reemplazado por Roy Lynes.

En 1966 consiguieron su primer contrato discográfico donde grabaron tres singles que pasaron sin pena ni gloria. Ya en 1967 volvieron a cambiar su nombre: primero a Traffic y luego a Traffic Jam. Mientras tanto sumaban a un segundo guitarrista: Rick Parfitt, quien formaría parte de la banda durante casi 50 años. La primera formación «oficial» ya estaba lista. Solo faltaba el nombre, el cual volvió a cambiar en agosto de 1967 a The Status Quo. Era bastante común en los sesentas el uso del «The» en varias bandas que luego lo perdieron, como ocurrió por ejemplo, con «The» Pink Floyd.

En enero de 1968, luego de seis años de ensayos, recitales, cambios de formaciones y nombres, la banda entró en los Estudios Pye de Londres para grabar su primer álbum con la primera formación oficial: Coghlan, Lancaster, Lynes, Parfitt y Rossi. Quizás acá es interesante remarcar que Rossi sigue siendo el único miembro original que aún sigue en la banda. Si, sesenta años en la misma banda. Así el 27 de septiembre de ese año se editó Picturesque Matchstickable Messages from the Status Quo. En él se notó una enorme influencia del movimiento psicodélico de la época.

Bueno, creo que es hora de poner música. ¿Una moneda? Gracias. Empecemos.

Comencemos el lado A con Black Veils of Melancholy. Un pequeño punteo de guitarra, casi infantil, abre el disco y nos da paso hacia un tema que nadie podría dudar que es de esta época. No solo por el sonido y el estilo psicodélico, sino por la temática de la letra. Los acordes de teclado, agudos, el bajo fraseando muy al frente de la mezcla y las guitarras algo más detrás. Quizás puedo notar algo circense en la melodía de guitarras y teclados. When My Mind Is Not Live comienza con una introducción de teclado y luego navega una melodía alegre mientras la letra mantiene referencias contantes a «la mente», como si fuese necesario reforzar el clima psicodélico de la época. El solo de guitarra es más largo de lo esperado para un tema que dura menos de tres minutos. Y eso se hace más extraño cuando se nota cómo el tema fue cortado con un violento fade out final.

Ice in the Sun, tercer corte del disco, suena muy Beatles, una constante en gran parte de los temas del estilo en aquella época. Compuesto por Marty Wilde y Ronnie Scott, es una canción muy corta, simple y pegadiza. Y su letra, algo forzada («Like ice in the sun I melt away» parece ser una metáfora de adolescentes, aunque lo son, claro). Seguimos con Elizabeth Dreams, es un tema a medio tiempo pero con una batería potente. No llega a ser una balada pero su ritmo algo cansino lo muestra como más tranquilo que los anteriores. Gentleman Joe’s Sidewalk Café, compuesto originalmente por Kenny Young, tiene un ritmo constante y una bonita melodía que se integra con algunos cortes que le dan al tema algo de aire para superar los tres minutos. El cierre de la cara A es con Paradise Flat, nuevamente compuesto por Marty Wilde y Ronnie Scott, liderado por un órgano con aires de iglesia y luego por una guitarra con pequeño pero muy efectivo punteo melódico que le da a la canción una introducción dramática. Las estrofas y el estribillo tienen un ritmo avasallante pero luego de una primera vuelta, el órgano religioso vuelve a tomar el control del tema. Casi como si las luces bajaran y entrásemos en otra dimensión. El hi-hat mantiene el ritmo pero nadie dudaría en notar las diferencias de clima. Una voz recitadora toma el control y nos narra sobre estos «pisos paradisíacos» donde se alquilan habitaciones, nadie sabe quién sos y de los cuales nunca volverás a salir. El clima comienza poco a poco a volver a su ritmo normal para el último grupo de estrofas y estribillos. Un poco más de tres minutos, incluyendo ese interludio oscuro que nos plantea algunos interrogantes. El final, con un poderoso medio tiempo primero, se va a apagando progresivamente dando un final colosal. ¿El mejor tema del disco?

El lado B comienza con Technicolor Dreams, compueso por Anthony King. Una vez más una guitarra nos recibe con una aguda melodía casi militar, para dar luego paso a un tranquilo tema que detalla un montón de coloridas imágenes. Seguimos con Spicks and Specks, cover de «The» Bee Gees (si, otro «The» que con el tiempo se perdió), publicado originalmente en 1966. Quizás asociamos a los Bee Gees como esa banda disco de los setenta, famosa por la banda sonora de Fiebre de Sábado por la Noche. Pero acá, Spicks… tiene una oscura letra que no se condice con la imagen que tenemos en nuestro ideario.

Where is the sun that shone on my head.
The sun in my life, it is dead, it is dead.

El doble tiempo te hace mover la patita con una melodía bastante pegadiza. Extrañan los cambios de tono en medio del tema sin ningún sentido práctico pero que generan cierta atención por parte del oyente. El tercer tema de esta cara es nuevamente un cover, de 1962: Sheila, de Tommy Roe. Nuevamente un tiempo doble que te hace mover la patita y una letra normal para los sesenta pero que hoy quizás la podríamos cuestionar. Continuamos con Sunny Cellophane Skies (ahora si, tema propio) y luego Green Tambourine, cover del tema de 1967 de Lemon Pipers. Liderado por una melodía de teclados y guitarra algo conocida. O al menos eso me parece a mi.

El cierre del disco es con el clásico Pictures of Matchstick Men. El comienzo es con un punteo de guitarra demasiado parecido al inicio del disco (el comienzo de Black Veils…). Casi como si tuvieran dos ideas similares en la cabeza que decidieron poner en temas distintos. Como este tema fue el primer single del disco y Black Veils… el segundo, la crítica siempre consideró al segundo una copia del primero. Y vaya si tienen similitudes. Pero se transformó en un clásico de la banda que terminó como cover de bandas de distintos géneros, diferenciándose la versión de 1997 de Type O Negative con la voz de Ozzy Osbourne. De más está decir que el tema sigue formando parte de los setlist de la banda en los años recientes. Como para que uno pueda decir «los sigo desde Cemento».

Hace no mucho me enteré que tanto el nombre de este tema como el del disco hacen referencia a la obra del pintor L.S. Lowry (1887–1976), basada en la vida industrial del siglo XX en el noroeste de Inglaterra. En ella siempre se encuentran decenas o centenares de figuras humanas las cuales fueron llamadas «hombres fósforos» (matchstick men). El final del disco no tiene nada de espectacular si lo comparamos con el final de la cara A.

A modo de resumen, creo que los punteos melódicos de guitarra son poco convincentes y algo infantiles. Y que la producción del disco abusa, por momentos, del fade out para cerrar los temas. Acortemos, dijo el productor, y se cebó con la perilla. Por otro lado, sus guitarras tenían una importante distorsión para la época y el género psicodélico, lo cual me encanta para intentar diferenciarse del pop reinante. Y no me quedan dudas que Paradise Flat es el mejor momento del disco con su enigmático interludio.

Sin dudas el primer disco de Status Quo está muy lejos de asemejarse al estilo que maduraron durante los setenta y ochentas. Es como ese primer paso que toda banda tiene que dar para encontrar su camino y… grabar los siguientes treinta y dos discos. Hay mucho Status Quo aún para disfrutar. Pero eso será en otros episodios.

¿Qué les pareció este inicio psicodélico de la banda? ¿Lo escuchamos de nuevo? ¡Mozo!

Deja un comentario

Crea una web o blog en WordPress.com

Subir ↑

Diseña un sitio como este con WordPress.com
Comenzar